lunes, 6 de diciembre de 2010

:')

Él, él era el hombre perfecto. Tenía el semblante bellísimo, y una figura digna de ser admirada. Era reservado, no salía de fiesta, ni fumaba, ni bebía. No era lo suficientemente fuerte como para llorar, y había tenido ocasiones, como él que más. Su pelo era castaño, lo llevaba siempre despeinado a falta de tiempo. Sus ojos eran negros, negros como el carbón.
Había terminado una gran carrera, era el mejor de entre los mejores. Todo, lo conseguía, siempre lo hacía para llegar a una meta. Sin en cambio no era bueno en todo, el amor nunca se le había parado en su camino. Había estado siempre solo, sus padres murieron desgraciadamente en un accidente de tráfico tenía escasamente un año de edad, de él se hizo cargo su abuela, pero desgraciadamente ella murió cuando cumplió la mayoría de edad. Mucha gente a pasado por su vida, muchos han creído conocerle pero nadie, nunca, lo llegaba a ver transparentemente… como él era en realidad, y todos pensaban que jamás nadie sería capaz.
Ella era guapísima, tenía los ojos verdes, de un verde intenso. Su pelo cobrizo, bueno dejémoslo en pelazo, no tenía ni flequillo, simplemente lo llevaba hacía al lado y se le caía hacia delante, pero era preciosa. Ella tenía amigos, pero se podía contar con los dedos de una mano, nunca se amarró a un alma, ni a beso, a nada. Era una gran deportista encima de un barco, le encantaba amarrarse a una cuerda, y dejarse llevar, flotar, volar... La solían llamar “La brisa de mar”.
Cada uno venía de mundos diferentes, pero se había enamorado, todo se quedó escrito en su mirada en aquel precioso atardecer. En aquel faro, rodeados del mar, y a espaldas de la ciudad donde provenían, con un gran lucero que poco a poco desaparecía enfrente, alumbrándoles las facciones.
Han pasado cincuenta años, cincuenta largos años. Parece increíble, pero ella murió este mismo año debido a la perdida de memoria, más conocida como la enfermedad de Alzheimer. Él fue el único que fue a su entierro,prefirió quedarlo en secreto,ya que a ella nunca le gustó la multitud. A su boda solo acudieron ellos dos, por que ella pensaba que solo eran firmas en un trozo de papel.
Desde entonces él sube todos los días al faro a ver como se van los días, aunque cambiaría todos esos atardeceres por uno más con ella, por escuchar su voz una última vez.
Muchas personas ahora pueden decir que él ha fracasado. Pero lo más importante es que el no siente decepción, él sabe lo increíble y maravilloso que fue su tiempo con ella. El día que ella le enseñó a acariciar el mar, la casa que compraron, los viajes que hacían en barco…cada momento, más difícil de olvidar que el anterior. Lo mejor de su historia fue que ella antes de irse le reconoció, supo quien era, el amor de su vida. Todos los médicos especializados en la enfermedad estaban seguros de que eso era imposible, pero ocurrió.

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